Día en la vida parte 1

Moda de monera. Foto: A. Duchesneau.

El despertador suena a las 3:45 de la mañana. Me sobresalto y resbalo desde mi litera de arriba hasta el piso. Mi mamá ya está despierta: puedo oír como abre el refri y platica con los otros asistentes en la cocina.  Me empiezo a poner mi ropa de campo: pantalones largos y sueltos, una camisa ligera de franela, un chaleco de pesca para guardar equipo, calcetines de lana para proteger contra el agua del río, y una bandana, la cual ato alrededor de mi cuello. Desconecto la batería de nuestra cámara, que ha estado cargando toda la noche, y la pongo en mi mochila con las tres botellas de agua que llené la noche pasada.  Después salgo a la cocina para buscar un vaso de jugo y una banana—no puedo comer nada más a las 4 de la mañana. Como siempre, ya hay mucha actividad en la cocina. Jamie pasa apresuradamente buscando su tableta (que se usa para la recolección de datos). Odd sondea el refri por comida que pueda llevar al campo como almuerzo.  Y Fiona está tomando una taza de café.

Yo me trago mi jugo y por poco no recuerdo que necesito recoger mi propio almuerzo del refri—un Tupperware lleno del guiso de la noche pasada. Entonces me pongo mi mochila, salgo al patio, y me siento en una de las mecedoras para ponerme las botas. Los Moneros también siempre traen polainas sobre las botas, para protegerse contra las serpientes.  Cuando finalmente me he puesto las polainas, dejo mi mochila en la cajuela de nuestro carro y me subo en el asiento trasero con Fiona.

Polainas. Photo: K. Perry


Odd, nuestro conductor por esta mañana, conecta su iPhone a su altavoz portable, y oímos música mientras salimos de Bagaces y entramos en la carretera panamericana.
Después de unos kilómetros, dejamos la carretera y manejamos por el camino del Rancho Pelón. Los monos, desafortunadamente, no se restringen al área de su reserva, y los rancheros de Pelón cortésmente nos permiten seguirlos cuando entran en su territorio.

Después de unos cien metros, nos estacionamos y recogemos nuestras mochilas de la cajuela. Odd y Alexa continuarán la búsqueda del grupo de Flakes, a quienes no hemos visto este mes, mientras mi mamá, Fiona, Jamie, y yo seguimos al grupo de Celeste. Nos despedimos de los otros y empezamos a subir la cuesta escarpada al lado del camino, donde dejamos a los monos la noche pasada.

Moneros caminando hacia el sitio donde duerman los monos. Foto: S. Perry

Entre los árboles en la cima de la colina hay un tronco caído, cubierto de musgo, pero todavía no tan podrido que no puede cargar nuestro peso. Me siento y miro hacia los árboles al borde de la colina, todavía negros en la oscuridad. Jamie nos da su repelente de insectos—una pequeña nube de mosquitos ya se va formando esperanzada por nuestros pies.


Cuantos monos puede ver? Foto: K. Perry

De repente oigo un crujido en los árboles y veo una pequeña figura negra correteando por una rama. Los monos se van despertando. Pronto vemos a dos juveniles persiguiéndose el uno al otro, y el aire se llena con los píos, trinos, y a veces gritos de la sociedad de monos a toda marcha.

Aún está demasiado oscuro para reconocer individuos, así que sólo seguimos a los monos mientras hacen su viaje intermitente hacia el pie de la colina. Una pelea estalla, y mi mamá saca sus binoculares, tratando de adivinar la identidad de las figuras enredadas, pero es imposible. El grupo se mueve gradualmente hacia arriba otra vez, buscando el desayuno.

Salimos de la maleza en la cima de la colina y nos estacionamos debajo de un árbol de mora al lado del pasto, esperando que los monos lleguen. Es su fruta favorita durante esta época del año. El primer mono que surge es Avocado, uno de los machos juveniles. Agarra puñados de fruta y los come, mientras hace pequeños píos que suenan graciosos. El significado verdadero es menos simpático: los sonidos significan “¡esta es mi comida!”  Por un ratito come satisfecho, entonces pausa para mirar con ceño fruncido sobre el pasto, un poquito de mora colgando de su labio inferior. Siempre hemos dicho que tiene cara de payaso, y ahora, con las cejas fruncidas y un colmillo sobresaliendo, parece como una gárgola esponjosa.

Avocado, nuestro gárgola, comiendo fruta de mora. Foto: K. Perry.

“Handle fruit mora, ingest. Handle fruit mora, ingest, ingest. Handle fruit mora, drop. Handle fruit mora, ingest [Toca fruta mora, come. Toca fruta mora, come, come. Toca fruta mora, deja caer. Toca fruta mora, come],” narra Susan mientras Jamie y Fiona teclean en sus tabletas. En pocos minutos Avocado deja el árbol de mora y se zambulle otra vez hacia el pie de la colina. Le seguimos lo más rápido posible. Cuando alcanza el pie de la colina, Avocado salta hacia Bedlam, uno de los otros machos juveniles, y se abalanza sobre él. Ambos monos empiezan a luchar en juego. “Receive play bite Bedlam, focal play wrestles Bedlam, receive play hit Bedlam,” narra Susan, sacando su Dictáfono para poder grabar la acción.  Es demasiado rápida para poder capturarla en el momento.  “Receive approach to five and one Ybobo, receive play pounce Ybobo, focal play wrestles Ybobo—no, Bedlam, sorry—" Los tres monos son ahora una sola bola que se retuerce en el suelo, y sólo una extremidad ocasional se agita frenéticamente sobre el tumulto.  Si escuchas atentamente, puedes oír sus bajos sonidos jadeantes—la versión capuchina de risa. “Focal play flees Ybobo, focal leaves one Ybobo and Bedlam, focal leaves five Ybobo and Bedlam—phew, that’s it,” dice Susan cuando suena su cronómetro, señalando el fin del seguimiento. “Focal is in social play, in ten of Ybobo and Bedlam, in five of Mikumi.”

Machos del grupo Celeste pelean de juego. Avocado en el centro, Mikumi a la izquierda. Foto: K. Perry.

 Mikumi, el macho alfa, está sentado en un tronco cercano, comiendo un saltamontes. En el próximo post dirigimos nuestra atención hacia él, y otros monos en la manada de Celeste.

Comentarios

Entradas populares